El peso simbólico de los insultos contra el presidente en las tribunas debe ser analizando en su contexto y en su masividad creciente. No debemos olvidar que la figura de Mauricio Macri irrumpe en la vida política por su desempeño en Boca. La popularidad de Macri se sustenta esencialmente en la popularidad del fútbol y que la avalancha de insultos caiga de las tribunas no es menor.
En ocasiones, los especialistas analizan que el fútbol se volvió violento porque el ciudadano descarga sus problemas en la cancha. Hoy podríamos decir que la tribuna se convirtió en el lugar para derrotar el espiral de silencio y expresar el descontento ante la ausencia de voces en un sistema de medios monocorde.
El gobierno y parte del periodismo sostienen que la bronca se limita al favoritismo por Boca Juniors desde el poder del fútbol. En realidad, prefieren gambetear la idea de que es un fenómeno político importante, se está poniendo de moda insultar en masa al presidente.
Desconocerlo es subestimar que se trata de una descarga frente a dos años de medidas antipopulares, tarifazos, castigo a los jubilados, gabinete off shore y “gobierno para ricos”.
Sin dudas que Cambiemos mantiene niveles de aprobación, ya sea por representar un modelo para sus votantes o porque expresan una garantía contra el kirchnerismo. Sectores que en el pasado reclamaban justicia y República hoy bajaron su estándar de calidad institucional a costa de que “no vuelvan más”. Se trata de un apoyo en sentido negativo, en contra de.
Sin embargo, mientras disfruta de algún encarcelamiento el ciudadano tiene que vivir, alimentarse, trabajar, educar a sus hijos, cuidar la salud de su familia, pagar impuestos, servicios y, en lo posible, disfrutar su existencia.
El problema de sustentabilidad política es que en los aspectos anteriores el gobierno complica sistemáticamente la vida, incluso de sus votantes, y son ellos quienes también encuentran la posibilidad descargarse en una tribuna. Lejos de la TV, de la radio, de las redes, se entregan al grito masivo tras dos años de paciencia y esperanza en el “cambio”.
El gobierno desatiende la cuestión social y desoye los síntomas de rechazo, esperando que la protección mediática sea el remedio, que algunas detenciones cambien el foco de la agenda, pero solo logra impactos transitorios y termina sorprendido por una marcha multitudinaria que intentó vaciar bajando gremialistas a placer. Intentan controlar las cúpulas, pero las cúpulas ya no controlan a sus afiliados que ven masacrado su poder adquisitivo.
Lo mismo ocurre en las tribunas, no se explican el fenómeno, piensan que son cuestiones de rivalidad futbolera por la pertenencia boquense de Macri. Están a tiempo de advertir que lo que se manifiesta en las tribunas está ocurriendo en cada lugar donde un compatriota comparte con otros las dificultades de ser gobernados por una máquina de disgustos.
Tal cual... Las canchas liberaron esa propia autocensura. Muy buen análisis.
ResponderEliminar