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La incertidumbre electoral como estrategia.

Cambiemos es el dueño de la pelota, aún no ha marcado la cancha, ni puso fecha para jugar el partido. La incertidumbre es el arma del oficialismo en la especulación sobre fechas y los turnos de votación.

La iniciativa tiene múltiples lecturas, la fragilidad de Cambiemos ante la necesidad de desdoblar y el impacto en la oposición: profundizar la división del peronismo, dinamitar su peso territorial, correr del turno provincial a CFK y dejar “huérfanos” a los intendentes.

El objetivo pareciera limitar el peso de CFK a “la batalla final” por la presidencia. Sin embargo, toda elección -desdoblada o no- será plebiscitaria respecto a la dicotomía entre Cambiemos y Unidad Ciudadana. No parece haber tiempo para una tercera opción que rompa la polarización.

Si las elecciones provinciales se desdoblan, cada round será leído en términos de la disputa final. En las presidenciales, es probable que no haya un ganador por knock out, sino un ganador por puntos donde será determinante el acumulado de resultados distritales.

Es difícil pensar que Cambiemos logre retener la presidencia si la maniobra del adelantamiento deja a Vidal derrotada, o que CFK pueda tener chances presidenciales si sus candidatos no hacen pie en la Provincia de Buenos Aires.

La incertidumbre es el arma del oficialismo, aún por encima de las consecuencias que genere votar en forma desdoblada o unificada. El desconomiento de los plazos dilata las estrategias y multiplican los oportunismos sectoriales ante cada escenario posible. La definición de los tiempos electoral precipitará la ingenieria electoral de la oposición con consecuencias desconocidas; entre la framgentación y la unicidad.

Si se respetan los tiempos, continuará la danza de nombres para menguar el peso de CFK, y si los tiempos se aceleran es probable que el peronismo se quede discutiendo internas y que Cambiemos sea el único que le hable a la ciudadanía. Cuando el peronismo recuerde que debe proponer, el electorado estará harto de escuchar apellidos.
Desconocemos la cantidad de PASO que tendrá la oposición. Unidad Ciudadana, una parte del sindicalismo y los movimientos sociales, ¿podrán integrar al massismo y a sectores del peronismo federal? ¿Se consolidará como opción el socialismo santafecino, Lavagna y el duhaldismo residual?

Son preguntas que tienen una sola respuesta: ante cada nueva opción, mayores serán las posibilidades de Cambiemos. Hoy parece utópica una gran interna opositora. El riesgo fundamental es que la multiplicación de opciones garantice el triunfo oficialista en primera vuelta.

Una parte de la oposición apuesta a llegar al ballotage y suele presentar candidatos que pueden vencer al presidente en una segunda vuelta. Sin embargo, el escenario podría ser otro si la divisón coloca al principal opositor a más del 10% del oficialismo y éste supera el 40%.

En los distritos, cualquier opción de adelantamiento que elimine las PASO permitirá que más jugadores lleguen a la final, dividiendo a la oposición frente a un oficialismo al que nadie le divide electorado. Cambiemos tiene una estrategia lo suficientemente amplia para evitar filtraciones en su electorado y contenerlos, basándose en el rechazo al retorno del
peronismo con la falacia de los “70 años de fiesta”.

Ante cada emergente que pueda disputarle electorado, Cambiemos ofrece una respuesta con la botonera mediática a disposición. Para diluir a Olmedo disfrazado de Bolsonaro, Patricia Bullrich se despacha con: protocolo de armas, persecución a extranjeros, pistolas Taser y baja de edad de imputabilidad. Si eso es demasiado, Carrió alivia, pide por la República, la mesura y evitar Bolsonaros locales.

A pesar de sus internas, son expresiones del mismo frente. Cambiemos consolidó un único espacio de centroderecha y sabe que partirse es perder el poder. Son culpables de una catástrofe social, económica y productiva, pero ofrecen una certeza: evitar un regreso.
¿Será suficiente para reelegir o el votante castigará el deterioro generalizado en la calidad de vida?

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