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Quemar las naves, quemando votos.

Las elecciones legislativas de octubre fueron un respaldo para Cambiemos en un sentido mas político que legislativo. En nuestro tiempo parece más probable resolver la falencia de bancas (negociaciones mas/menos institucionalizadas con gobernadores) que salvar la debilidad política.

A pesar de que los resultados no fueron rotundos, la opinión publica en su conjunto "aceptó" que Cambiemos salió legitimado de la contienda. Días después el Presidente relanzaba su gestión, presentando la nueva etapa de reformas agresivas.

En menos de dos meses se dio un viraje desde la emotividad y la esperanza vertida en la campaña, hacia un recrudecimiento de medidas impopulares: nuevos aumentos de servicios y reforma previsional como principales exponentes, con la reforma laboral latiendo como amenaza. 

La principal disyuntiva para el electorado de Cambiemos es la distancia entre las promesas electorales y la dirección de las reformas. Por su parte, los opositores confirman que frente a las decisiones importantes el gobierno perjudica a las mayorías.

Ante dilemas presupuestarios, financieros y fiscales castigan a los que menos tienen y evitan gravar  los sectores más favorecidos: financiero, agrario, minero, el juego, etc. Todo contribuye al rótulo: Gobierno de ricos, para ricos. Frente al reclamo que generan dichas políticas se reprime decididamente, sin culpa, congraciándose con quienes piden "palos y matarlos a todos".

El gobierno complicó el fin de año afectando al sector mas indiscutido de la sociedad: los jubilados. Sea por sensibilidad lógica, porque todos tenemos padres o abuelos, -o para los mas individualistas- porque algún día serán jubilados. A pesar de "sacralidad de los viejos", la embriaguez de poder los hizo apretar el acelerador y quemar parte de lo conquistado en las urnas. 

Los costos no se limitan al descredito electoral. El gobierno se embarcó en un “chicken game” peligroso: aceleró con torpeza, unficó a la oposicion real, a todo la opinión pública y los pasó a todos por arriba. Además, debilitó sus alianzas con pseudo-opositores exponiendo gobernadores y diputados con una Ley indefendible.

El gobierno mostró su cara menos democrática: La Reforma salía por presión o por Decreto. Forzaron el apoyo de los gobernadores con la "chequera" y tomaron los fondos del ANSES, dos cuestiones denunciadas hasta el hartazgo cuando el gobierno era oposicion y se financiaba PROCREAR, Conectar Igualdad, AUH, etc.

Cambiemos montó una escena de "Rumbo Correcto" con el beneplácito de los medios, los jueces con detenciones oportunas y múltiples acuerdos con el poder económico. El gobierno se muestra fuerte, el poder judicial acompaña apresando "al pasado" y el periodismo direcciona la culpa de las medidas impopulares en la herencia recibida.

La escena convierte al sistema en una Democracia Silenciosa donde solo dialogan los actores que garantizan el rumbo, callando las voces disonantes de los canales tradicionales. Un forzado espiral de silencio que promueve la conflictividad en las calles como ocurrió días pasados frente al Congreso. 

Es responsabilidad del gobierno que la olla a presión se descomprima: Mientras los medios profundicen su monotonía insoportable, los funcionarios respondan a la delicada realidad social desde la estratosfera y la única respuesta a los reclamos sea la Gendarmería el gobierno seguirá aumentando el conflicto y quemando votos.

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